Drugstore | SYLVIA PLATH: “DESEO LAS COSAS QUE TERMINARÁN DESTRUYÉNDOME” Galería Comercial Providencia

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18 julio, 2018

SYLVIA PLATH: “DESEO LAS COSAS QUE TERMINARÁN DESTRUYÉNDOME”

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Todos conocemos el final de la historia.

La bandeja con los vasos de leche, listos para el desayuno de los niños.

El horno encendido.

 Y un grito.

O varios.

Conocemos los poemas y los rumores. Hemos visto las fotos de Sylvia en bikini, en la playa, en uno de sus muchos trabajos como babysitter en el verano (“Si no se presta atención, todo lo que se ve al pasar es a una muchacha bronceada, de piernas largas…”). Y aquellas con Ted Hughes, su marido, y sus hijos. Las fotos de sonrisa perfecta y ese rostro, algo más enigmático, de la foto que adorna la portada de este libro. Y, sin embargo, sumergirse en los Diarios Completos de la poeta norteamericana Sylvia Plath (1932-1963) es una sorpresa que no se acaba nunca. Porque ahí están tantas de sus facetas, y su camino de crecimiento como escritora, como mujer.

Esa mujer que fue una adolescente perfeccionista y sobreexigente – en inglés podríamos decir overachiever — y la acompañamos mientra sufre porque quiere escribir y tiene que estudiar para así conservar sus becas, o quiere salir y tiene que estudiar, o quiere dormir y, ya saben, tiene que estudiar.

Plath se hunde en sus pensamientos, al parecer, sin descriminar. Puede dedicar amplios párrafos a sus lecturas o a sus dudas respecto de lo que el matrimonio – el camino obvio a seguir, en su opinión – puede hacerle a su creatividad. La vemos sufrir cuando llegan los sobres cargados de rechazos, cuando sus poemas no se publican, cuando no gana las becas que quiere. O desesperarse cuando cree no estar a las alturas de las expectativas.

Hay un dolor inmenso en estos diarios, sí. Hay una reflexión compleja, imbricada, desafiante. No es fácil leerlos. Aquí está el diario que debió permanecer cerrado hasta la muerte de Ted Hughes, ese que escribe para su psicoanalista y donde se da permiso para odiar, furiosa, venenosamente, y como gritando a todos los vientos, a su madre (Su padre muere cuando tenía ocho años. Ese padre a quien le dedica esos poemas inmensos que son “Daddy” y “The Colossus”). Esa a la que le escribiera tantas cartas – recogidas en el volumen Cartas a mi madre – y en las que no vemos , para nada, asomarse esta oscuridad. Porque en Plath la oscuridad se esconde, se afirma, se contiene en las páginas de sus diarios y sus poemas, hasta que el desborde se vuelve inevitable. Y así lo que vemos en este diario también, más que nada, es una joven, y luego una mujer, furiosa, hambrienta, por vivir (y, se lee en una de sus primeras anotaciones: “Los buenos momentos son como flashes que queman, vienen y se van, como incesantes arenas movedizas. Y no quiero morir.”) Y cuando llega Ted Hughes, el poeta británico, a su vida, parece que, al fin, Sylvia Plath, lo tiene todo. Y ella lo anota en su diario. Al principio, como un comentario casual en su entrada del 16 de abril de 1956, donde escribe: “Asunto: Ted. Has aceptado su existencia…”Y, luego de casarse, ese deslumbramiento que dura por algunas páginas, por algunos años. Anotaciones como:“Vivir con él es como estar escuchando un cuento eternamente renovado: tiene la inteligencia más asombrosa e imaginativa que he conocido. Podría vivir siempre en los innumerables lugares que él crea. También yo siento un nuevo impulso en mi trabajo y espero que esta semana se rompa el maleficio que pesa sobre mis cuentos…”

Y es difícil leer esto, ahora, a la distancia, sabiendo cómo termina la historia. Leerla y querer advertirle, leerla y poder contener primero ese dolor que se avecina. (O hacer sonar la alarma cuando la vemos decir: “Es peligroso estar tan pegada a Ted de la mañana a la noche. Si no tengo una vida aparte de él es muy probable que termine convirtiéndome en un apéndice.”) Querer reconfortarla cuando parece, por instantes, dirigirse precisamente a nosotros: “¿Lo entiendes? ¿Quienquiera que seas, dondequiera que estés, puedes entenderme un poco, quererme un poco?

Sí, todos conocemos la historia. Y Ted es infiel, y Sylvia escucha sin querer una conversación por teléfono que la destroza y que luego inmortaliza en uno de sus poemas.

Y Ted se va y ella se queda con los hijos. Y hace frío en Londres, el invierno más frío en años.          

Y el horno, y la bandeja con el desayuno.

Y los niños durmiendo.

Y por eso también la experiencia de lectura de estos diarios es importante. Porque no están editados para solo dejarnos las reflexiones profundas de Plath sobre la literatura. Porque acá hay espacio para eso y también para las preocupaciones de la poeta sobre ese deseo que la abre en dos (y, así, asegura:”Deseo las cosas que terminarán destruyéndome”), y la frustración de tener el closet lleno de ropa que no combina.

Plath se queja de las clases aburridas, y de sus vecinos en el campo, y de lo mal que se siente cuando se resfría (“La sinusitis me sume en la depresión maníaca.”) Hay días en que no quiere levantarse y hay otros en que cree que un poco de sol le basta para ser feliz. Y así empieza, de hecho, este diario. Un día 1 de julio de 1950: “Tal vez nunca sea feliz, pero esta noche estoy satisfecha. Basta una casa vacía, la fatiga difusa y cálida tras pasar el día acodando los estolones de las fresas al sol, un vaso de leche fría con azúcar y un platito de arándanos con nata.”

Leer los Diarios Completos de Sylvia Plath es saber, también, que no lo están. Y lo sabemos desde esa primera nota introductoria. Sabemos de ese cuaderno que se perdió y ese otro, con entradas que llegaban hasta poco antes del suicidio, y que Ted Hughes decidió destruir. Ese mismo Ted Hughes que escribiera, años después de la muerte de Plath, un libro precioso y triste rememorando su vida con ella y llamado Cartas de Cumpleaños. Ese mismo Ted Hughes que también perderá a su segunda esposa, y a su hija, quienes decidirán quitarse la vida algunos años después.

Y no se puede volver atrás pero acá están estos diarios. Estas entradas en las que Plath anota, aunque sea por momentos, que la vida parece que va a ponerse mejor.

Por María José Navia, escritora y Académica UC. Magíster en Humanidades y Pensamiento Social (NYU) y Doctora en Literatura y Estudios Culturales (Georgetown University). Su libro más reciente es Lugar, una colección de cuentos (Ediciones de la lumbre, 2017).

 

Los invitamos a ser parte de la presentación de los Diarios Completos de Sylvia Plath a cargo de académica María José Navia y la escritora Camila Gutiérrez. ¡Este jueves 19 de julio a las 19:30 horas en Drugstore! 

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